2 sept 2009

Autoevaluación del Proyecto

Desde el comienzo de la cursada, la idea del proyecto me pareció sumamente interesante (como me resultan todos los trabajos prácticos de cualquier materia). Obviamente, en un principio no sabía qué me iban a pedir y mucho menos qué iba a hacer. Pero fue la excusa perfecta para hacer algo que quise mucho en mi preadolescencia: escribir un cuento largo. Puede (y, de hecho, lo es) no haber sido lo que hace seis o siete años me imaginé que sería, pero es algo así como un sueño cumplido.
Debo decir que el camino hasta el final del proyecto fue sinuoso, hubo días en los que no sabía qué iba a escribir (y me inquietaba saber que muchos de mis compañeros sí) y otros días en los que algunas ideas fueron desechadas y luego recuperadas (aunque no todas). Hubo algunos días en que sufrí, en que no se me ocurría nada, en que no quería escribir, en que no quería leer. Pero hubo otros días en los que me “iluminaba”, en los que se me ocurrían muchas ideas y aprovechaba mi archivo de Word para enumerarlas. Aunque no usé todas las ideas escritas allí, me sirvió para organizar un poco mis pensamientos.
Luego de eso, tenía muchas ideas dándome vueltas en la cabeza y me resultó difícil plasmarlas todas y plasmarlas como quería. Escribía, borraba, volvía a escribir y volvía a borrar. Hasta que me llegó el momento en que me dí cuenta que faltaba poco para comenzar las clases de vuelta y me senté a escribir y nadie me podía levantar de la silla. El tener una fecha límite, al contrario de otras personas, produce en mí ese efecto.
Lo que me resultó más difícil del trabajo fue organizar mis ideas (aún más que pensarlas e inventarlas), tenía muchas dando vueltas en la cabeza y que estaban bien organizadas y guardadas allí pero que a la hora de volcarlas en la computadora no aparecían tal como yo las pensaba. Más que escribir la historia en sí, el desafío para mí fue sacarme las ideas de la cabeza y ponerlas en papel.
Con respecto al resultado final, creo que se puede trabajar, mejorar y cambiar pero me dejó bastante conforme. La visión que tuve al terminarlo fue la misma que me dijeron los que lo leyeron: el cuento me quedó con un final muy abrupto, como si en las primeras veinte hojas la historia tuviera un ritmo y luego se acelerara, pero no es algo que con trabajo y consejos se puede solucionar.
En lo personal estoy conforme con el trabajo porque resultó un desafió que sola no lo hubiera hecho y hacía muchos años que no escribía un cuento o una ficción. Me ayudó a reconectarme con un amor perdido hace ya muchos años.